por Ana Serrano, Fundadora y CEO de Proyecto DEI / Revisión y contribución Cynthia Lombardo

A ratos la idea de generar vínculo se interpreta como estar pegados al bebé, lactarlo hasta una edad tardía y estar constantemente disponible para él y de una forma incondicional. Esta idea no es adecuada.

Generar vínculo es atender física y afectivamente al bebé: mirarlo, abrazarlo, jugar con él; y también contenerlo a través de límites, apoyarlo para que vaya adquiriendo auto regulación de manera paulatina, en una interacción humana, en la que mamá tiene también sus propias necesidades

Vivimos en una época en la que existe mucha consciencia de la importancia del Vínculo Afectivo entre el bebé y su mamá o cuidador primario, de la importancia del apego y de la trascendencia del mismo para toda la vida.

Los primeros años en la vida de un bebé “cachorro humano” son trascendentales, se generan las bases de su personalidad, de su cognición, y particularmente de su seguridad, de la capacidad de amar y de relacionarse.

Esto ha llevado a una práctica muy intencionada de defender este vínculo, de atesorarlo.

Este vínculo afectivo o apego va evolucionando día con día.

La lactancia es un acto privilegiado para favorecerla. Hay una disposición hormonal, hay una disposición evolutiva a lactar y a relacionarse, ocurre una danza de comunicación muy especial.

El bebé humano es el único que hace una pausa al amamantar, para socializar y provocar interacciones sociales con su mamá.

Poco a poco el bebé va estableciendo esta confianza básica en su cuidador. Aproximadamente a los 8 meses, más o menos aparece el fenómeno de mamitis. Ya sabe que su seguridad depende de su mamá y no tiene una idea clara de permanencia. De tal modo que su mamá, (ese cuidador que forma parte de su universo) se va sin aviso: nada garantiza su regreso y se traduce en signos de angustia, miedo al extraño, ansiedad de separación.

El bebé requiere de mucha rutina y de avisos para que esta angustia no se exacerbe y poco a poco vaya construyendo una imagen en su mente y en su mundo afectivo de seguridad, mamá regresa y no estoy en peligro.

Si se va me avisa, me quedo con personas afectuosas y mi rutina está garantizada.

Esta época es compleja porque mamá puede batallar hasta para ir al baño. ¡El bebé se vuelve una calcomanía! Parece esclavizante, sin embargo, hay cierta satisfacción en mamá. Mi bebé me necesita y soy muy importante para él o para ella.

La etapa de mamitis es muy caprichosa e impredecible. Inicia a los 8 o 9 meses, repunta al año y medio, y tiene picos de ansiedad según el temperamento y el ambiente del pequeño.

Cuando la mamitis se resuelve el niño entre 2 y 3 años adquieren una seguridad importante que va a ser el cimiento de otras relaciones.

La solución de la mamitis es un proceso de dos vías, el niño va adquiriendo seguridad y queda listo para separaciones, y mamá va dejando ir.

Cuando no se resuelve y el pequeño queda ansioso, cuando experimentó abandono o un apego ansioso, puede permanecer una sensación prolongada de miedo al abandono, de amigos, pareja, relaciones de trabajo.

Mamá no deja ir a veces…

Un fenómeno que está ocurriendo actualmente entre las mamás mejor intencionadas, más abocadas a la crianza, es la “hijitis” exacerbada, la imposibilidad de dejar ir al bebé.

La renuncia a ese primer paraíso.

Es tan fuerte la experiencia de la maternidad con un bebé, le da tanto sentido a una mujer que ha tomado decisiones de ser la mejor mamá, que es igualmente doloroso “dejar ir” a ese bebé.

Cambios en el desarrollo importantes como dejar el pañal, entrar a la escuelita, dejar pecho, son simbólicamente muy fuertes porque la lectura profunda de mamá es.

Ya se acabó mi bebé, ya es un niño.

Quizá no sea explicito, pero está la reflexión de “ya no me necesita” Y ahora yo qué hago.

Puede haber una sensación de duelo y de vacío.

Usualmente esta dificultad para dejar ir al bebé, se ha acompañado de la generosa decisión de dar libre demanda prolongada.

Con la esperanza de que el destete va a ser un proceso natural y orgánico, que el pequeño algún día lo va a pedir.

Y la realidad es que esto no sucede de manera voluntaria porque para el pequeño ya es un hábito de auto confort.

Va a reclamar la pérdida de paraíso con la energía y determinación de un niño grande.

Puede aparecer una lucha y un descontrol.

Puede ser que esto coincida también con la decisión de haber optado por el colecho, alimentando de noche y la consecuente dificultad de dormir, incomodidad de la pareja, cansancio y agotamiento en los papás y en el niño.

El proceso de individuación separación, la otra cara de la moneda de la mamitis.

Es importante hablar de un proceso natural que va ocurriendo a medida que se resuelve la mamitis. durante la edad de transición, entre 1 y 3 años, y es el proceso de individuación y separación, que le va a permitir al niño sentirse como un individuo separado de mamá, reconociendo sus propias motivaciones e iniciativas, siendo cada vez más autosuficiente.

Este niño sabrá que cuenta con mamá y papa, pero también que puede enfrentar los retos y desafíos naturales de la infancia como un individuo separado, no “cosido” a su mamá.

En realidad, no es sana una relación simbiótica prolongada, todo lo sano que es con el cachorro recién nacido, no lo es a los 3 y 4 años de edad.

El niño va entendiendo que es un individuo separado de su mamá y que puede hacer cosas con independencia.

Este proceso es paulatino. Siempre teniendo por referencia a su mamá, como “base segura” y desde ahí yendo y viniendo, explorando y probando pequeñ.as separaciones

Y es facilitado por la solución de la “hijitis” de mamá, es decir la decisión y voluntad de dejar ir a ese bebé y darle la bienvenida a otra etapa de la maternidad de un niñito más grande.

El niño requiere de rutina y de horarios para comer y para dormir.

Esto regula su ciclo biológico y le da seguridad.

El pequeño descansa, sabe que la noche es para dormir, sabe qué sigue en la rutina, sabe a qué atenerse.

La Rutina es básica para generar seguridad física, mental y afectiva.

A veces la mamá mejor intencionada que ha dado libre demanda prolongada, y que hace colecho, batalla mucho para poner límites.

El niño entra en la etapa de la rebeldía y el oposicionismo y quiere dominar la situación exigiendo pecho de día y de noche. Y rompiendo su ciclo de sueño exigiendo actividad a des horas.

No en todos los casos de colecho y lactancia prolongada pasa eso, pero si es muy frecuente como patrón.

Por otro lado, se genera una sensación de esclavitud, de tener que estar a sus órdenes e interrumpir cualquier actividad por importante que sea.

¿Qué hacer? El proceso de mamá de “dejar ir” la fantasía del bebé y de ella como mamá de un cachorro dependiente y frágil.

Es importante que mamá se apoye en una reflexión.

No sentirse culpable porque la intención de entrada fue buena, pero pensar seriamente.

DINÁMICA…

Imagínate a tu hijo adulto, ¿cómo quieres que sea? ¿cómo quieres que lleve sus relaciones con los otros? Como una persona independiente o siempre dependiendo de alguien ¿Qué herramientas de vida quieres que tenga?

Escríbelo…

¿Cómo me imagino a mi hijo a los 5 años?

¿Cómo me lo imagino a los 11?

¿Cómo me lo imagino de adolescente?

¿Cómo me lo imagino con su pareja?

Seguramente aparecerá la idea de independiente, feliz, autosuficiente.

Sociable, alegre y aplicado.

Este ideal no es compatible con la tendencia de ser esclava de sus deseos, de no tener horarios y de no poder despegarse de él ni un momento.

Por algo hay que empezar.

Quizá lo primero es reconocer el duelo.

Expresarlo, escribirlo.

Escribir todo lo que siento porque se acaba mi bebé.

Sin maquillaje, podrá aparecer dolor, tristeza, enojo, miedo a lo que venga, ansiedad, temor y duda acerca de si podrá enfrentar al mundo solo.

Nadie lo leerá, no tiene que ser estético, pero sí legítimo para que tenga el efecto de expresar y dejar ir.

Sentirlo y entregarlo.

El niño siente la ambivalencia de mamá.

Podremos pensar, ¿Pero si llora muchísimo cuando lo dejo en la escuelita?

Cuando mamá no deja ir, y el fenómeno de hijitis está exacerbado, es lógico que el niño llore, pero no llora sus lágrimas sino el miedo que está transmitiendo mamá.

“Estamos en problemas, estar aquí debe ser algo muy peligroso si mamá tiene esa angustia”

Así es que es importante hacernos cargo de nuestros propios sentimientos.

Después de escribir

Hacer el ejercicio de imaginación de mi niño que crece.

Un niño grande debe ir a la escuela seguro, entrenar esfínteres y dejar el pecho y cambiarlo por medios más maduros de alimentación, social y culturalmente aceptables.

Así como dormir toda la noche, por su propio beneficio físico mental y afectivo.

Esto no va a ocurrir solo. Va a requerir de acompañamiento y determinación de sus papas.

Va a requerir de un plan muy bien trazado de ir quitando de manera paulatina poco a poco el estímulo, para que se desacostumbre, con mucha firmeza, mucho cariño y mucha convicción. Sin dar marcha atrás.

Cynthia Lombardo sugiere esta reflexión.

Conviene hacerla destinándole un tiempo, con lápiz y papel.

¿Qué le quieres modelar a tu hijo? ¿Qué cambios necesitas hacer en tu crianza actual para poder modelarle y darle las herramientas de vida que quieres que tenga?

Si aún te lo sigues imaginando pegado a tí, Pregúntate. ¿qué me detiene a no soltarlo? ¿Qué me falta a mí (en mi vida personal) para poderlo soltar?

¿Qué me gusta a mí? ¿Qué me motiva? ¿Qué quiero yo como persona?

Si tu tema es el de la lactancia prolongada y la dificultad para decidir el momento y modo del destete, 

Escribe las ventajas y desventajas de lactar a tu bebé hasta una edad tardía y de estar constantemente disponible.

Mamá debe estar lista.

Si encuentras este proceso de dejar ir a tu bebé demasiado, es conveniente reconocerlo y pedir ayuda.

Pero es imprescindible ayudar al niño en este tránsito de convertirse en un individuo separado de mamá.

Así como hacemos todo un paquete de aviso al pequeño cuando lo vamos a dejar, las fotos de la rutina que seguirá con los cuidadores alternativos, la bolsita de besos, las canciones.

De la misma manera debemos preparar NOS a esos grandes cambios, en la que el bebé pasa a ser un niño en edad de transición y de ahí a un preescolar sano, disciplinado, sociable e independiente.

En otras palabras, alegre y con iniciativa propia.

La formación de un vínculo afectivo sano, se convierte en la base segura para toda la vida. Es un referente para la iniciativa y las relaciones sociales, la capacidad de amarse y de amar. Vale la pena mirar toda la película de la formación de vínculo y la solución de la individuación.

Escrito por Ana Serrano

Revisión y contribución: Cynthia Lombardo.

Ana Serrano
Fundadora y CEO de
Proyecto DEI

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